Aquella mañana me levanté como cualquier otra para ir a la Universidad. Tenía, a primera hora, allá sobre las 8 de la mañana, clase de Instituciones en la Edad Moderna Española. Cuando me monté en el autobús, escuchaba en mi walkman las noticias. Se comentaba que se había cometido un atentado en la estación de ferrocarriles de Atocha. Dos muertos, pero se esperaban muchos más, porque el atentado había sido brutal. Cuando bajé del autobús, la cifra había subido, pero existía mucha confusión, y como si de un siniestro fuego se tratase, la noticia recorría todo el dial de la radio con la misma noticia.
Tomé asiento y cuando empezó la clase, el profesor se había retrasado un poco. Por lo visto,los acontecimientos de Madrid eran mucho más serios de lo esperado. Había veinte muertos y más heridos. Aquella hora y media de clase, se convirtió en realidad en una consulta periódica cada diez minutos de lo que sucedía a través de los transistores.
Mientras llegaba la siguiente profesora, Historia del Documento Moderno, la confusión se había desparramado entre nosotros. En la puerta de la clase, comentábamos las noticias y lo que nos llegaba en forma de rumores. Poco más tarde, la profesora entraba en clase para decirnos que no podía impartir, debido a que un familiar suyo por poco se había salvado de la masacre de Madrid. En cuestión de media hora, el Rectorado había ordenado paralizar las clases ante la escalada de muertos y sangre que se estaba registrando en la capital de España.
Desde allí, un grupo de nosotros acudimos a la Plaza Nueva, frente al Ayuntamiento de Sevilla. Se había acumulado una gran cantidad de personas allí. Al pie del pedestal a Fernando III, un grupo de estudiantes cantaba canciones antiguas ridículas sobre la paz y demás mientras agitaban una pancarta antibélica. Sin embargo, lo preocupante se encontraban entre la muchedumbre. La derecha, poseída por la teoría de que ETA había realizado el atentado, se encontraba en estado de furia, mientras que la izquierda, muy inflamada por la guerra de Irak, respondía ante aquello. El clima era muy parecido a la de la Dos Españas de la Guerra Civil. Frente al cuerpo municipal que había salido al exterior, en una más de esas manifestaciones silenciosas de rechazo de la violencia que para nada en realidad sirvieron nunca, la crispación era patente entre el público.
Después, caminé junto a mis colegas de estudios desde allí por la Avenida de la Constitución hasta el Parque de Cristina para coger el autobús de vuelta a casa. La situación había empeorado. Los relatos de los periodistas y demás cronistas improvisados informaban sobre que había trozos y restos de cuerpos repartidos por las azoteas, techos y cubiertas de los edificios alrededor de las diversas estaciones donde habían sucedido los atentados. Poco a poco, comenzaba a tomar forma el hecho de que era posible que Al-Qaeda hubiese sido la reponsable de la matanza. No fue hasta que llegué a mi casa, cuando viendo la televisión, vi la horrible dimensión de aquella locura.
Los días posteriores estuvieron manchados de sangre. Una parte de los terroristas habían sido arrinconados en Torrejón en un bloque de pisos, y antes de que las fuerzas de Seguridad del Estado consiguieran hacerse con ellos, habían detonado unas cargas explosivas depositadas en el piso, explotando con ellos y llevándose por delante la fachada del edificio. Dos días más tarde, la jornada de reflexión para las elecciones generales del 14-M no fue así. La izquierda, tras las informaciones que indicaban que había sido Al-Qaeda y que el gobierno del PP había ocultado la información durante un tiempo, se aupaba al poder llevando a Zapatero consigo (candidato que apenas contaba en las encuestas previas al 11-M).
Poco más tarde, España retiraría las tropas de Irak. Meses después, se organizaría un tribunal para procesar el 11-M y a sus responsables. Sin embargo, quedan aún muchas preguntas por responder de manera seria.
Nunca olvidéis,nunca perdonéis el 11 de Marzo de 2004.
4 comentarios:
Uno de los días más tristes que recuerdo en mi vida porque lo viví muy de cerca, estuve muy cerca de la estación de Atocha y pude ver el desastre, el miedo, la indignación, la pena, la rabia de la gente....
Un día para no olvidar nunca pero que ojalá no se repita jamás ni aquí ni en ninguna parte.
Ciertamente, Pedro. Ojalá no se repita más, pero todo me hace pensar que no será el último en este planeta. La Humanidad es así.
Fue uno de los días, para mi, en que más sentí lo que era la furia contra los que habían matado a compatriotas mios, gentes normales como yo que iban al trabajo o a estudiar y que murieron de esta manera tan cobarde.
Esa mañana también iba yo camino de la universidad, iba escuchando los 40 cuando dieron la noticia, al principio era todo muy confuso y apenas tenían datos. Al llegar a clase, todos comentábamos, pero no teníamos apenas datos de lo que en realidad ocurría. No recuerdo la hora exacta pero sí que recuerdo que fue en clase de Epigrafía y numismática latinas, en las primeras horas, cuando el profesor nos habló de la magnitud de la tragedia, fue una especie de shock porque no recuerdo nada más de esa mañana. Por la tarde, me acuerdo que estuve horas pensando en qué escribir en un sms a un amigo y compañero de Madrid, porque no me atrevía, era incapaz de llamarle, sólo quería saber que estaba bien, ese día él no había ido a clase, tardó apenas minutos en contestarme y parecían horas. Personalmente conozco un caso, lo único que le quedó a una madre de su hija, fue una nieta con apenas un añito de edad.
Ese día era y es muy especial para mí, porque es el cumple de mi madre, y de su mellizo, mi tío, desde ese día, todos los 11-M son agridulces, primero felicitas e inmediatamente señalas: “Hoy es el 11-M”.
Es un día triste que nos dio una lección que jamás debemos olvidar.
Saludos desde tierras de color verde oliva.
Muchas gracias por tu comentario, Inma.
Ciertamente, fue un dia terrible. Pero más terrible me parece el olvido de esta sociedad española actual, despreciable y envilecida.
Un fuerte saludo, desde la tierra del azahar.
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