Si queremos explicar las razones que hicieron posible este fenómeno histórico que estamos estudiando llamado Imperialismo, debemos tener en cuenta que no fueron pocas causas sin relación entre ellas. Más bien, sería un conglomerado de causas diversas que convergían entre sí de tal forma, que de su unión se derivaba una sólo razón general.
Esta semana anterior, comentábamos que el principal motor para el auge europeo por el mundo se encontraba en el desarrollo de la industria en el Viejo Continente y la necesidad de materias primas. Pero también, decía, que había una motivación demográfica. Tened en cuenta que una de las consecuencias de la Revolución Industrial (y causa también), había sido el desarrollo de la población, que había pasado de estar inserta en un modelo demográfico preindustrial caracterizado por altas tasas de natalidad y mortalidad a una transición demográfica que en algunos países ya estaba dando paso al modelo postindustrial (reducción de la mortalidad y moderación progresiva muy tímida de la natalidad). Por tanto, Europa tenía un excedente demográfico feroz, que en sus propias fronteras, no tenía posibilidad de prosperar. Lógicamente, esto precipitaba el hecho de que parte de esa población fuese absorbida por los imperios en las colonias.
La geoestrategia y el control de las rutas comerciales serían otro de los cabos que deberíamos atar en este artículo. El control de estrechos, pasos o puertos principales en las rutas navales era vital. Los países europeos de primer orden (Gran Bretaña, Francia o Alemania), se lanzarán al dominio de tales objetivos. Citemos un ejemplo. Gran Bretaña controlaba los principales puertos en la costa occidental africana, partiendo desde Gibraltar hasta Sudáfrica, continuando su hegemonía en partes de la costa oriental africana (Mozambique) hasta llegar a la India. Incluso el gran ardid de ingeniería de Fernando de Lesseps (el Canal de Suez) fue controlado por Gran Bretaña. Los intereses británicos en el África continental eran obvios con el deseo de crear una franja norte sur de territorio bajo su influencia, desde Egipto hasta Rhodesia (actuales Zambia y Zimbabwe).
Del éxito de las empresas estratégicas de un país, dependía su prestigio en la escena internacional frente a otros países. No era lo mismo una Gran Bretaña o Francia inmersas en combates contra pueblos indómitos como los zulúes o bengalíes o que decidían la política exterior de otros países como el Imperio Otomano (construcción del ferrocarril de Bagdad), que otros como España o Portugal cuyos reducidos dominios imperiales eran fruto de concesiones de las grandes potencias, generalmente interesadas en "taponar" tierras de nadie que sólo podrían traer graves problemas. Ejemplo de esto último el papel de Bélgica y el Congo Belga, que aunque era un dominio del rey Leopoldo II, sirvió para evitar conflictos entre Alemania, Francia y Gran Bretaña.
Otras causas importantes se referirían a la mentalidad. En este apartado, sugeriría dos vías: cultural religiosa y cultural económica. Tanto una como otra descansan sobre la base del Eurocentrismo, o forma de pensamiento que establece la superioridad europea y la valoración del resto del mundo desde la óptica del Viejo Continente.
a) Cultural religiosa: la religión cristiana (y ojo a esto, incluimos a protestantes y católicos) tenía desde sus principios la evangelización o llevar la palabra de Dios a los paganos. Con la apertura al exterior, desde Europa se percibe esto como una nueva oportunidad de llevar la palabra de Dios a regiones recónditas del globo. Es la razón por la comienzan a fundarse numerosas misiones religiosas, con especial influencia en el caso de África.
b) Cultural económica: los avances técnicos y tecnológicos acaecidos en Europa hacen considerar al europeo que su civilización es superior a las del resto del mundo, anclados en economías preindustriales atrasadas. Por tanto, esa superioridad era concebida por los europeos como derechos a la conquista y explotación de las riquezas y los recursos de estas áreas.
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