jueves, 5 de marzo de 2009

La España de la primera mitad de siglo (1898-1931)

Para mis antigu@s alumn@s:

La historia de España a comienzos del siglo XX es la historia de un país en tránsito, con un retraso técnico, político, industrial, social, económico y cultural evidente respecto del resto de Europa.
La Restauración fue el sistema político ideado principalmente por Antonio Cánovas del Castillo, historiador y político malagueño. Admirador del sistema bipartidista inglés monárquico parlamentario, Cánovas del Castillo fue partidario de implantarlo en España. Pensemos por un momento que la España del siglo XIX había sido un rápido carrusel de sistemas políticos y de alternancias en el poder que al fin y al cabo, aportaron sólo un gran descontrol social y político, además de la destrucción de lo hecho por el legislador anterior simplemente por el hecho de no ser de la misma corriente política que el gobierno en el poder. Por ejemplo, cuando el partido conservador llegaba al poder, deshacía toda la legislación progresista anterior, y cuando el progresista lograba detentar el ejecutivo, hacía lo mismo con el corpus legal conservador. De esa manera, el país nunca podía avanzar. Por otra parte, en tiempos de la I República, la fragmentación política había sido tan enorme en España, que apenas los Gobiernos republicanos tenían una base social que les diese poder frente al resto. Este despropósito se plasmó claramente en el desastre cantonalista. La población española entró rápidamente en un hastío de la situación, y pedía tranquilidad.
Para ello, Cánovas del Castillo pensó en un sistema político de dos partidos muy parecidos, que divergían simplemente en algunos puntos clave de sus programas. Estos dos partidos eran los únicos legales contemplados por la Constitución de 1876, que sólo permitía a los partidos “dinásticos” o monárquicos, partidarios de Alfonso XII, el ejercicio democrático (partidos como el PSOE de Pablo Iglesias serían clandestinos). Así, Cánovas conseguía que el régimen político español se estabilizase, reflejándose en una fuerte paz social. Este sistema se mantuvo durante cerca de veintidós años, hasta 1898, gracias a la manipulación electoral, con el uso de instrumentos como el encasillado, el pucherazo o las prácticas caciquiles.
¿Cuándo comienza la Restauración a entrar en crisis?. La fecha está clara. 1898. El desastre de los últimos reductos coloniales del Imperio Español sumergirá a nuestro país en una crisis de identidad que fomentará el aumento de los nacionalismos periféricos y que creará una fuerte corriente de protesta intelectual contra el montaje político de Cánovas, ya fallecido por entonces. Así, Joaquín Costa se mostró partidario de “regenerar” el sistema (Regeneracionismo), apoyándose en la tesis de que una modernización del país traería el verdadero progreso, “cerrando con varios candados la tumba del Cid “, lo que quiere decir, olvidándose del pasado glorioso español encarando el futuro con efectividad.
Si el Regeneracionismo en algún momento tuvo éxito, no fue muy prolongado. El mismo sistema que seguía manteniéndose desde la Restauración conseguía desintegrar las buenas voluntades de Joaquín Costa, sucediéndose gobiernos de los partidos dinásticos sin un fin claro y con los mismos problemas que hemos descrito anteriormente (como el caciquismo). El país se encontraba en una situación de crisis económica permanente, y la campaña del norte de África, en la que España defendía las migajas concedidas por las potencias coloniales que eran el Río de Oro y el protectorado marroquí, sólo contribuía al desangramiento material y humano del país. Prueba de ello fue la Semana Trágica de Barcelona de 1909, en la que los soldados reclutados de manera irregular para servir en Marruecos se levantaron en contra del sistema injusto que les había llevado a participar de la guerra. La represión posterior supuso el descrédito de los políticos del momento y dejaba bien a las claras que el sistema estaba llegando al final.
Cabeceando más o menos como un animal acosado, la Restauración obtuvo un instante de mejoría económica con el desencadenamiento de la I Guerra Mundial. Por su carácter neutral, España pudo comerciar con ambos bandos, aportando todo tipo de material (sobre todo alimentario) a los contendientes. Eso significó un aumento de las ganancias comerciales españolas, como bien demuestra su balanza comercial, pero al mismo tiempo se tradujo en un doble problema. El primero, no saber invertir adecuadamente las ganancias en la mejora del campo y su mecanización (el gran lastre de la economía española del momento). El segundo, y quizás más sangrante, fue la inflación. Como todos sabéis, un aumento de la demanda que no se acompaña del de la oferta es sinónimo de subida de precios. Cuando los precios suben muy por encima de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, eso supone carestía y dificultades para la economía familiar. Por tanto, era evidente que si a eso se le sumaba el malestar político y social, sobre todo en zonas como Cataluña, concretamente Barcelona, eso daría pie a algún tipo de suceso. La Crisis de 1917 fue una “megacrisis”, compuesta de una crisis política (los políticos parlamentarios catalanes se conformaron en una Asamble paralela a Madrid), militar (el sistema de ascensos entre africanistas y peninsulares era motivo de fricción constante) y social (la inflación y la situación obrera).
A pesar de sobrevivir a esta nueva crisis, la Restauración estaba tocada de muerte. Los gobiernos de concentración entre 1917 y 1923 se mostraron ineficaces para resolver la conflictividad social española. Por tanto, al sistema sólo le faltaba la puntilla final, y ésa vendría en 1921, cuando las tropas españolas en África, son vencidas y masacradas en la batalla de Annual a manos de los bereberes de Abd-el-Krim, su líder. Esa noticia supuso ya el descrédito total de todo el aparato político español y favoreció la entrada en escena de nuevo del Ejército como salvador de la Patria.
Con Miguel Primo de Rivera, la Restauración desaparece en 1923. El militar, de manera enérgica, destruye la red de caciques y demás restos políticos de la Restauración, aparte de anular todo tipo de organización nacionalista o regionalista (se cancela la Mancomunidad de Cataluña o se cierra los Centros de Estudios Andaluces). Para llegar a la paz social, Primo de Rivera intenta incorporar en España el corporativismo, inspirado en el corporativismo practica por Mussolini en la Italia de la década de los 20, consistente en que el Estado arbitraría las disensiones entre empresarios y obreros, mediante la creación de sindicatos verticales y la continua vigilancia. El éxito militar español en el desembarco de Alhucemas (1925) resarció el orgullo nacional, y el país logró una ansiada estabilidad. Eso se ve claramente en la realización de la Exposición Universal de Barcelona y Sevilla de 1929 que traerá, por ejemplo, en el caso de Sevilla, las obras que configuran el barrio de Heliópolis (donde residían los obreros) y la creación de numerosos pabellones como el de México o la tan maravillosa como mal cuidada Plaza de España



Sin embargo, Primo de Rivera en 1930 abandona y le suceden dos gobiernos provisionales. En Febrero de 1931, el general Dámaso Berenguer se mostró ineficaz para gestionar la situación del país, dejando el testigo al almirante Aznar (abuelo del ex-presidente) quien organizará unas elecciones municipales que se convirtieron en un referéndum sobre monarquía o república. La victoria republicana en las ciudades obligó al rey Alfonso XIII a dimitir, y el 14 de Abril de 1931, se proclamaría la II República española.

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