Mis alumn@s de Historia del Arte de 2º Bachillerato de Humanidades saben bien que no soy imparcial cuando hablo de Miguel Ángel. Sé que incluso algun@s empiezan a estar un poco hartos de ver a este artista en todas las artes mayores del siglo XVI italiano...
Hace poco, un alumno mío de Geografía, que es un buen pintor que tiene mucho potencial, me prestó una libro de la Biblioteca El Mundo dedicado a Miguel Ángel en su faceta pictórica. Por la noche, antes de dormir, pensé en hojearlo y leerlo al día siguiente, pero fue un error. Eran las dos de la mañana cuando me terminé el libro, que devoré con gusto.
Miguel Ángel es principalmente un escultor. Desde que comenzó sus estudios de pintura en el taller de los hermanos Ghirlandaio, Miguel Ángel se mostró muy interesado en representar la voluminosidad de los cuerpos, alejándose de los refinamientos de los Ghirlandaio. Más tarde, entró bajo el mecenazgo de Lorenzo de Médicis, conociendo a un discípulo de Donatello que le enseñó en dos años los principios de la escultura. Quizás por una coincidencia de su fuerte carácter con la fuerza de las manos de un escultor, Miguel Ángel decidió apostar por esta faceta que sorprenderá al mismo Lorenzo de Médicis. Más tarde, con la caída de los Médicis en Florencia y la subida al poder de Savoranola, Miguel Ángel tendrá que huir a Roma. Y será allí donde cobre su mayor esplendor como pintor, sobre todo cuando Leonardo Da Vinci se dirige a Milán donde pierde algo de su protagonismo y con el fallecimiento de Rafael, su gran enemigo. Ambos sucesos le catapultarán como el genio total que durante mucho tiempo marcó un estilo a seguir.
En su etapa florentina, su obra pictórica que le dará cierta importancia será el Tondo Doni o la Sagrada Familia de los Uffizi (1503-1504). Ahí, Miguel Ángel ya esbozaba detalles que conformarían su estilo posterior: fuerza, tensión a pesar de un dibujo de reminiscencias clásicas e innovación. Innovación debido a que fue capaz de incluir dentro de un círculo el triángulo místico de la Sagrada Familia. Más tarde, el gonfaloniero Sorderini le encargaría la realización de un mural de la Batalla de Cascina, que al final quedó sólo en un cartón plasmada, debido a que Julio II encargó a Miguel Ángel la creación de su sepulcro.
Sin embargo, la inconclusión de la tumba del Papa frustró a Miguel Ángel, quien con 32 años, comenzaría la obra de su vida: la Capilla Sixtina. Se comenta que es posible que Bramante (enemigo de Miguel Ángel a quien consideraba un advenedizo), recomendó a su rival para pintar la bóveda porque éste tendría que enfrentarse a una técnica que no conocía. Empezándola en 1508 y terminándola en 1512, es una buena muestra de que si Dios existe, guió las manos de Miguel Ángel. En un principio, Miguel Ángel se hizo acompañar de varios ayudantes, pero terminó el proyecto en solitario.
Las dimensiones de la Capilla Sixtina son abrumadoras. De 36 metros de longitud por 13 metros de anchura y 500 m2, fue un esfuerzo sobrehumano que generó en el cuerpo de Miguel Ángel muchas alteraciones. Tened en cuenta que Miguel Ángel diseñó él mismo un sistema de andamiaje suelto que se apoyaba y levantaba sobre las paredes de la nave, y que la técnica del fresco es por sí agotadora (máxime si la pintas directamente sobre ti). Sobre la mezcla aún fresca, Miguel Ángel debía poner un papel de calco donde había esbozado las figuras, punzar sus contornos y con una bolsa con carbon hecho polvo, golpear el papel sobre el fresco. Mientras estuviese fresco, y con los límites ya realizados, Miguel Ángel debía rápidamente comenzar a pintar. Por tanto, esa técnica hacía necesario hacerla en partes pequeñas para evitar el secado de la mezcla y volver a empezar.
Renunciando a principios como el de la perspectiva aérea de su enemigo Da Vinci, Miguel Ángel apuesta por la plasticidad de los colores y las técnicas ilusionistas que se amplían por la distancia entre los ojos del espectador y la bóveda. Recreó diez arcos fajones, que dividieron la bóveda en nueve tramos, que de formas rectangulares, realizó en diversas medidas. En cada esquina sentó a los Ignudi o mancebos desnudos (similares a los Esclavos que esculpió para Julio II). Desde la puerta de entrada hasta el altar, podemos observar cómo el número de figuras de los rectángulos centrales van a ir descendiendo hasta la división de la luz y las tinieblas por Dios. Contando con otras figuras de gran escala como los sietes profetas bíblicos, las cinco sibilas, los antepasados de Cristo... Miguel Ángel llegó a realizar más de trescientas figuras sin llegar a cansar al espectador. Es más, incita a analizar más los detalles.
Me ocuparía más de cuatro entradas de este blog analizar detalle por detalle esta obra de Miguel Ángel, y creo que aún me quedaría corto. Tomaré algunas escenas para cumplir con el trámite:
a)La Creación de Adán: Icono del arte es el punto de encuentro de los dedos de Dios y Adán. Podemos percibir claramente la preparación escultórica de Miguel Ángel, fijándonos en el tratamiento de calidades del cuerpo y el abdomen de Adán. La recta que marca su brazo izquierdo levantado continua con el de su Creador, que es llevado por doce ángeles entre los que hay una mujer.
b) EL Profeta Jeremías: donde dicen que Miguel Ángel intentó plasmar su carácter en la actitud del profeta. Bajo él, una cartela con su nombre soportada por un angelillo que sirve de nexo entre el trono y la pared real.
c) El pecado original y la Expulsión del Paraíso: en un miso rectángulo, observamos dos escenas diferentes partidas por el Árbol donde vive la Serpiente (que se transforma en mujer) que tienta a los primeros seres humanos. Al caer, el ángel los expulsa del Paraíso acto seguido, sintiendo Eva la vergüenza de su pecado por la forma en que camina.
Por si fuera poco, aún así, Miguel Ángel remacha todo con el Juicio Final. Clemente VII fue quien concibió esa idea, aunque fue terminada y plasmada por Paulo III. En 1535, Miguel Ángel construye los andamios y comienza a trabajar. Dispone de diferentes niveles de estudio, muy amplio para este artículo.
Franja superior:
Ángeles que portan los símbolos de la Pasión.
Cristo Juez y Virgen María rodeado de bienaventurados y santos.
Franja intermedia:
Ángeles con trompetas del Juicio en el centro (uno de ellos se equivoca en la dirección y otro ángel le corrige). A los lados, los Justos que suben al cielo y los condenados que van al Infierno. También aparecen aquellos que están a medio camino pero van a caer, encarnando diferentes pecados cada uno de ellos siguiendo las indicaciones de la Divina Comedia de Dante (el lujurioso es agarrado por sus genitales por un demonio, el iracundo se pelea con un ángel y tiene que venir otro y un demonio a reducirlo...).
Franja inferior:
Resurrección de los muertos y los condenados conducidos al Infierno (entre ellos, un enemigo de Miguel Ángel y amigo de Da Vinci, Biagio da Cesena quien intentó convencer al Papa para que se encargase de la Capilla Sixtina su amigo Leonardo).
A pesar de su belleza, el Juicio Final levantó polémicas por sus desnudos y fue objeto de múltiples intervenciones para acabar con eso (por ejemplo, se pintaron calzones o braghettoni a algunos grupos de figuras). Además, los oficios celebrados producían humo que se quedaba adherido a la pintura oscureciéndola, y para colmo de males, a ambos lados de los ángeles trompeteros, dos argollas tiraban hacia adelante la pintura amenazando con levantarla cada vez que algún artilugio se conectaba a la pared.
Para terminar, fijáos este texto que os pongo:
"No me parece mucha alabanza que los ojos de los niños, de las matronas y las doncellas vean abiertamente en esas figuras la deshonestidad que muestran y sólo los doctos entiendan la profundidad de las alegorías que ocultan". L. Dolce. 1557.
Muchas gracias, Antonio P. A. por tu aportación para este artículo.
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