viernes, 28 de noviembre de 2008

La figura de dos espadones españoles: Espartero y Narváez.


La historia contemporánea de España arranca, según un convencionalismo entre historiadores, desde el año 1808, cuando las tropas francesas invaden Madrid, desatando en poco tiempo la revuelta de los patriotas españoles.

El siglo XIX español fue un siglo convulso, repleto de experimentos políticos, sociales y económicos, que dieron como resultado un crisol de regímenes en un corto período de tiempo. Cada una de estas concepciones políticas trajo debajo del brazo una Constitución que la apuntalase frente a sus opositores. Es por esto que podemos observar como escasamente en unos 85 años, España tuvo las Constituciones de 1812, 1837, 1845, 1852 (proyecto), 1856 (nonata), 1869, 1873 (proyecto federalista) y finalmente la perteneciente a la Restauración Borbónica de 1876. Unas ocho Constituciones (incluyendo proyectos o nonatas, sin contar el Estatuto Real de Martínez de la Rosa de 1834) en 85 años, a una media de una por década. Algo que demuestra claramente el desbarajuste del panorama político español de la época. Tened en cuenta que la Constitución de 1978 cumplirá en unos días 30 años de existencia.

Una de las causas de que este siglo fuese tan complicado radica en la práctica del pronunciamiento militar. Estos pronunciamientos consistían en un mando militar que se declaraba rebelde respecto del régimen instaurado, apoyándose poco más que en la guarnición bajo su poder. Estos gestos tienen un fuerte sabor romántico, pues se confiaba un poco en el factor suerte de que con algo de fortuna, obtener apoyo en el resto de España. Un buen ejemplo de pronunciamiento afortunado fue el de Riego, que dando su golpe en las Cabezas de San Juan (Sevilla), logró que su acto progresase con bastante fortuna.

Esta importancia del ejército en la vida cotidiana española permitió la aparición de los conocidos como "espadones", o generales muy importantes cuyas decisiones afectaban a la política o que directamente, desempeñaban el poder ejecutivo en sus manos. Hoy analizaré la figura de dos Espadones. Uno progresista, Baldomero Espartero y otro Ramón María Narváez, por el conservador.

BALDOMERO ESPARTERO (1793-1879).

Baldomero Espartero procedía de familia muy humilde. Su padre intentó que estudiase Letras, pero pronto Espartero se desvió hacia la carrera militar. Estuvo presente en las campañas de la Independencia Americana, y a su vuelta, había logrado un prestigio importante dentro del escalafón militar español, siendo ascendido a teniente general durante las Guerras Carlistas (1833-1840).

A partir de ahí, será condecorado numerosas veces, y recibirá numerosos títulos, como el de Duque de la Victoria, Príncipe de Vergara (Vergara es la localidad donde se firmó la paz entre carlistas e isabelinos) o el de regente. Contó con mucho apoyo popular, del sector moderado incluso, y de los progresistas. De hecho, fue una figura incluso a la que se le rendía culto en forma de estampitas en los altares de muchos madrileños. Sin embargo, no mostró suficiente pericia en la vida política del día a día. Su nefasta política económica supuso un agravamiento de la economía española debido a su apuesta por el proteccionismo, en unos momentos de expansión a nivel europeo. Algunos motines y revueltas registrados en su mandato le obligaron a tener que llegar a bombardear Barcelona, lo que le desprestigió por completo teniendo que exiliarse a Londres.

Aunque posteriormente, durante el Bienio Progresista (1854-1856) querrá tomar parte en tareas de Gobierno junto a O'Donnell, el tiempo de Espartero había pasado. Incluso se le ofreció la Corona de España en los momentos en que Prim tuvo que buscar un sustituto a Isabel II.

RAMON GARCÍA NARVÁEZ (1800-1868).

Procedente de Loja (Granada) y conocido por ello como "El Espadón de Loja", Narváez es el gran representante del conservadurismo español, aunque con matizaciones (ya que algunos sectores no estaban contentos con las formas políticas casi o totalmente dictatoriales de Narváez). Narváez fue constitucionalista convencido durante el Trienio Liberal, y ascendió a Mariscal de Campo durante la Guerra Carlista. Enemigo acérrimo de Espartero, cuando éste llega al poder en 1840 se marcha del país, y a su vuelta, protagonizará el golpe de Estado que obligará a su contrincante a exiliarse en Londres.

Es un representante de la mano dura, muy apreciada por la aristocracia del momento. Durante su gobierno, se retiraron los derechos de protesta, y además, se firmaron numerosas penas de muerte y castigos políticos. En 1844 reformó definitivamente la Guardia Civil, y su éxito era tan aplastante, que al convocar elecciones a Cortes en ese mismo año, sólo salió elegido un diputado liberal. Bajo su mandato se promulga una nueva Constitución de sesgo claramente conservador (1845) y se suscribe un Concordato con la Santa Sede que ponga fin a las querellas que venían desde tiempos de Mendizábal. Además, la Ley Moyano que reformaba las enseñanzas públicas se desarrolló en su tiempo.

De costumbres caras (se trasladaba en carroza de lujo, iba cubierto de joyas y medallas...) y con concepciones políticas peculiares (todo aquel que no estaba a su lado era un "cochino traidor"), se sabe que Narváez tuvo problemas con la misma regente Maria Cristina.

En su epitafio, se recoge su forma de ver la vida "No tengo enemigos. Los he matado a todos".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues me parece una biografia bastante interesante de estos dos personajes....en especial la frase "no tengo enemigos, los he matado a todos".

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