lunes, 29 de noviembre de 2010

Medioambiente y el desarrollo.

Estudiada desde diversas ópticas científicas, la relación del medio físico y los seres vivos que lo pueblan (biotopo y biocenosis respectivamente), es la historia de un equilibrio que desde la llegada del adelanto tecnológico de la perdido de una manera alarmante en las últimas décadas. Hoy día es natural levantarse con noticias cotidianas que versan sobre el cambio climático y el deterioro progresivo del medioambiente por la acción del ser humano.

Ante esto último, hay también múltiples posturas sobre si eso último es así o no. Más allá de las polémicas, que son alimentadas por las partes implicadas, es cierto que la acción del ser humano es un factor a tener en cuenta para analizar las relaciones entr
e el biotopo y la biocenosis en los últimos siglos. Además, como suele ser habitual, la opinión pública y publicada se centra en acontecimientos recientes, pero quizás un estudio más centrado en la lejanía de los tiempos, concretamente en la Prehistoria, podría aportarnos un nuevo punto de vista.

Si entendemos el deterioro del medioambiente como sobreexplotación y contaminación del medio físico, está claro que en el Neolítico no observamos dichos factores. Pero si tomamos como punto de partida la modificación del medio, la introducción de elementos exógenos al mismo ecosistema o la influencia del ser humano en la organización del espacio físico según los intereses de sus actividades económicas, encontramos que en tiempos neolíticos ya el ser humano modificaba el medio natural. Me refiero con esto a que el desarrollo de la agricultura implicó la selección de especies vegetales que daban unos rendimientos mayores a efectos alimentarios y la retirada de la cubierta vegetal previa, lo que permitió la realización de un espacio que en términos geográficos se conoce como espacio antropizado. Al mismo tiempo, la ganadería alteró el ecosistema existente en cuanto que el hombre aprovechó los recursos que representaban animales como la vaca, la cabra o la oveja, trasladándolas a los primeros núcleos de población para su explotación. Incluso una espe
cie de lobo fue susceptible de este cambio al que me refiero adaptándose y dando lugar al perro.

Por tanto, el ser humano, desde tiempos prehistóricos, ha influido en el medio físico, como una consecuencia directa del desarrollo de la actividad económica entendida como un conjunto de actividades enfocadas a la extracción de materias primas para la elaboración de bienes económicos que satisfacieran las necesidades del ser humano. En base a esto, para el hombre de aquel tiempo, aunque se encontraba bajo el dominio de los designios de la madre Naturaleza, no tenía ningún tipo de impedim
ento en desarrollar sus intereses. Por ilustrar este ejemplo, en la Hispania Romana, en Las Médulas, León, los romanos, tras recibir informaciones que indicaban la existencia de vetas de oro en aquellos montes, aplicaron la "ruina montium" o mecanismo por el que colapsaban los montes provocando su caída y así proceder a la explotación del oro.

¿Pero qué diferencia encontramos respecto de la Revolución Industrial?

Especialmente, el maquinismo. El desarrollo de una mano de obra que no se ponía enferma, que no se quejaba, que no tenía que ser pagada ni provocaba problemas, como era la máquina, facilitaba un aumento de la producción nunca visto antes. El trabajo en serie, estandarizado, ahorraba costes y gastos superfluos, y facilitaba la producción con una mayor rapidez y un mayor volumen. Así, pronto se inició una carrera por el progreso tecnológico dirigida a la adquisición de mayores beneficios y ganancias por parte de los capitalistas, ya fueran empresas o particulares, lo que arrastró tras de sí una fiebre productiva ya desde el siglo XIX hasta nuestros tiempos. Pero evidentemente, esto no fue una cuestión podríamos decir gratuita. El desarrollo técnico, tecnológico e industrial exigió la búsqueda de nuevas fuentes de energía, que dotasen de mayor potencia y continuidad al proceso productivo que se realizaba en las fábricas del mundo occidental. Es por esto que el control del carbón primero y el petróleo después, junto a los avances en el campo de la energía eléctrica, obligaron a un impacto total en el medioambiente de aquellos países inmersos en la Revolución Industrial. Muchas ciudades que tenían antes de aquellos momentos un equilibrio entre su población y los recursos naturales disponibles en sus cercanías vieron cómo sus habitantes se multiplicaban como consecuencia del éxodo rural y se iban instalando en barrios periféricos (suburbios) que se asentaban en antiguas áreas rurales o como hoy se conocen, zonas verdes. El retroceso del medio natural frente al avance industrial fue acompañado de las prácticas industriales que desde entonces, hasta hace bien poco, eran altamente contaminantes. Ejemplos muchos. Los vertidos tóxicos en ríos y aguas interiores, las emisiones de humo (smoke) de los altos hornos, el empleo de sustancias químicas nuevas y el desarrollo de fertilizantes y abonos agresivos...junto a la continua sobreexplotación de los recursos minerales hasta su agotamiento y la posterior búsqueda de yacimientos en lugares lejanos del globo (y los procedimientos industriales que conllevaban), fueron el inicio de una dinámica continuada hasta hace poco.


El término economía sostenible se basa en el uso de energías renovables centradas en el aprovechamiento de los recursos naturales como el sol o el viento (energías verdes). Confluye además con la sensibilidad ecologista que se originó a fines de los años 50 en Estados Unidos y que con el movimiento hippie conoció un auge decisivo. Sin embargo, estas energías no son baratas, y además, son insuficientes de todo punto para mantener el mismo nivel de vida que hoy día tienen las sociedades avanzadas. Sería cuestión, y éste es quizás el motivo por el que convenciones y decisiones internacionales sobre el medioambiente como el Protocolo de Tokyo de 1997 fracasan continuamente, reflexionar sobre si el modelo actual es realmente sostenible por más tiempo y si en vez de sostenerlo, sería necesario cambiarlo y orientarlo hacia un mayor equilibrio.


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