martes, 3 de agosto de 2010

Tiziano: Carlos V en Mulhberg.

Iniciamos este nuevo curso de CHGA analizando un soberbio cuadro de Tiziano Vecellio, quizás uno de los más representativos del trabajo de este artista al menos en nuestro país.

Nacido en la década de 1480, y con un vida probablemente longeva, el veneciano Tiziano quedó unido a la dinastía de los Austrias Españoles gracias a un encargo del mismo emperador Carlos V, que por su bella factura, le sirvió para que fuese el pintor predilecto del César. Tras trabajar parte de su juventud junto a su amigo Giorgione da Castelfranco, encargándose de realizar frescos en Almacén de los Alemanes, el pintor veneciano logró ser nombrado pintor de la República de Venecia. Esto le reportó numerosos encargos, especialmente retablos laicos, para personalidades o instituciones de la época, como fue la decoración del palacio de los Dogos de la ciudad del Adriático. Será en 1530 cuando conozca a Carlos I de España durante la coronación imperial de éste en Bolonia, entablándose una relación cordial poco tiempo después que le conduciría allá por el año 1933 a ser nombrado por el mismísimo Emperador como Conde Palatino y Caballero de la Espuela de Oro. Esta relación de amistad entre el artista y los Habsburgo se continuaría con Felipe II, el sucesor de Carlos I, como así prueban los encargos de este joven monarca basados en la mitología de Ovidio y conocidos como Poesías.

El cuadro que nos ocupa es una conjunción de las ideas que Carlos I poseía sobre sí mismo y su reinado y la destreza y maestría de Tiziano en la plástica artística. Recordemos que Carlos I, como recoge el maestro de maestros don Manuel Fernández en su obra "Carlos I", poseía una mentalidad que para su época, el siglo XVI, era un tanto atrasada, pues era un firme creyente de las antiguas maneras caballerescas y poseía una mentalidad tardomedieval que se mezclaba con los nuevos tiempos humanistas. Tiziano captó a la perfección en la obra este sentido. Por un lado, nos presenta al Emperador victorioso, a lomos de su caballo, partiendo de la oscuridad del bosque a nuestra izquierda hacia el campo abierto. Es evidente que sus reminiscencias evocan la estatua ecuestre de Marco Aurelio, aunque Tiziano aplicase movimiento y elegancia renacentista a la obra. Además, el significado de esta obra es muy claro: muestra al Emperador victorioso, pero en su rostro no se adivina venganza o rabia, sino una parsimonia equilibrada propia del Renacimiento. Empuña su lanza con firmeza, pero no con violencia, y contempla el paisaje por delante de él con tranquilidad. No olvidemos que este cuadro refleja el momento en que el Emperador venció a los protestantes de la Liga Esmakalda en 1547, y por tanto, era necesario que el soberano mostrase su magnanimidad en la victoria. Algo propio del sueño de Carlos I, la Universitas Christiana. o unidad de Europa a través del cristianismo católico y el Emperador.

Plásticamente, aunque ya trabajaremos la biografía de Tiziano, haremos referencia a una serie de características que nos traen a la memoria la escuela Veneciana. El empleo del óleo permitía unas coloraciones nuevas y un tratamiento de las calidades sobre el lienzo mayores. El uso de este nuevo material llegaba desde Flandes (Van Eyck) hasta Italia a través de Antonello da Messina, que lo extendió por toda Italia alrededor del año 1500. La composición no es muy original, adivinando entre toda ella las influencias de diferentes artistas, como por ejemplo, la manera de trabajar los fondos paisajisticos con un halo neblinoso, influencia de Da Vinci. Así mismo, la elección de la gama de colores de la paleta abunda en colores ocres y verdes oscuros, lo que conduce a un mayor resalte de la armadura del Emperador, finamente representada a través del perfecto dominio del metal y sus brillos (resaltada aún más por el color oscuro de la montura). La calidad del retrato del monarca, ya de una edad avanzada, es de una precisión casi fotográfica, con un control excelente de la pincelada y una solidez consistente de las calidades y del dibujo.

Cuenta una crónica posterior, que a Tiziano, cuando realizaba este cuadro, se le cayó un pincel delante de Carlos I y que éste, apresurándose, lo recogió y se lo ofreció al artista. Éste, avergonzado, dijo que no era necesario que hubiera hecho eso, y el Emperador le respondió que él, Tiziano, era merecedor de ser servido por el César.

En cuanto al aspecto puramente técnico, este cuadro posee unas dimensiones considerables (332 x 279 cms), está realizado en óleo sobre lienzo y se encuentra en el Museo del Prado.

Enlaces interesantes que podéis encontrar. Pues varios, aquí por ejemplo os pongo:
Museo del Prado.
Carlos I del maestro don Manuel Fernández Álvarez.

Videografía:
El Retrato como muestra de Poder.

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