Al disponer de neutralidad durante la I Guerra Mundial, España pudo comerciar con ambos bandos, y gracias a esto, inesperadamente, la crisis que suponía la Gran Guerra a nivel europeo supuso a priori un boom económico. Se calcula que en España entraron durante aquellos momentos unos 5000 millones de pesetas-oro y se crearon unas 12.484 empresas entre 1919 y 1920. Desafortunadamente, aquellos ingresos no se invirtieron en mejoras económicas como modernizar el campo, el utillaje o los sistemas de cultivo (quizás debido a su carencia previa de medios para poder lograrlo), un conjunto de elementos que a buen seguro hubieran creado una base económica algo más solida sobre la que asentar esa economía en proceso de industrialización que se iba generando en España. Esa bonanza económica hizo que los precios de los productos aumentaran considerablemente, mientras que el alza de los salarios fue sensiblemente inferior (una brutal inflación), lo que arruinó el poder adquisitivo del español de a pie y favoreciendo el adormecimiento de una mercado interno independientemente de la coyuntura favorable a nivel europeo.
Pero en 1917, el aspecto económico de la crisis no era la única cara de la mala situación de España. La crisis militar fue muy importante. El Ejército Español, aparte de anquilosado y atrasado tecnológicamente, tuvo macrocefalia en sus mandos (es decir, una gran cantidad de oficiales inútiles en comparación con el número de soldados). Además, muchos militares veían mal el sistema de ascenso dentro del escalafón, ya que era muy arbitrario y dependía mucho del destino concedido por la Administración. Por ejemplo, los africanistas eran aquellos que destinados en África subían más rápidamente que el resto independientemente de su hoja de servicios. Así fue que aparecieron las Juntas Militares de Defensa, del coronel Márquez, sevillano, que en un principio criticaron el sistema existente desde un punto de vista laboral, a un punto de vista político ( desaparición del caciquismo, renovación de clases dirigentes…).
A todo esto, la crisis política. Aprovechando la situación de debilidad del sistema, Cambó promovió la creación en Cataluña de una especie de Asamblea de Parlamentarios. Intentó contar con el apoyo de la derecha (Maura, que no accedió) y de los militares (Junta de Defensa), logrando sólo el apoyo de Pablo Iglesias y los socialistas. Sin embargo, la Asamblea no prosperó debido a que el componente obrero de la Asamblea pensó que sería el momento de hacer una revuelta que fracasada, asustó a los empresarios burgueses como Cambó (19 de Julio de 1917) que decidieron dar la espalda al apoyo obrero. Aún así, Largo Caballero, segundo al mando de Pablo Iglesias, decidió promover una Huelga General Revolucionaria que acabó en fracaso en 1917, pero que dejó tocado de muerte al sistema regeneracionista hasta su descomposición con la subida al poder de Miguel Primo de Rivera.
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