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Así las cosas, teníamos un país que se encontraba, razonablemente, en una coyuntura política, social y demográfica que podría haber sido una buena base para que España en un futuro, hubiese podido iniciar los principios de una posible revolución industrial, pero en Historia, no se pueden hacer futuribles, así que por esto, mejor dejemos aparte esta reflexión inicial.
La política real se caracterizó con Carlos IV por la irrupción en el panorama internacional de la Revolución Francesa, que fue sinónimo en España de temor a lo que estaba ocurriendo allí. Se cerraron las puertas a cualquier tipo de contagio revolucionario y España se decantó por apoyar a las naciones absolutistas del momento en contra de los progresos de la Revolución Francesa, algo que fue más evidente a partir de la ejecución de Luis XVI en 1793. Esto obligó a la invasión española de Francia, aunque resultó en un desastre estrepitoso, certificado en el tratado de Basilea (España vio no sólo que era repelida por los franceses, sino que territorios españoles como Cataluña o Navarra eran perdidos).
El Tratado de San Ildefonso. (1800)
Así las cosas, España sabía perfectamente que lo que ocurría en Francia no iba a ser en un principio una cuestión pasajera como se pensaba, y que todo apuntaba a que no sólo resistiría, sino que se perpetuaría con el tiempo. La política española durante el ministerio de Godoy fue gradualmente cambiando desde una posición enfrentada a Francia a otra de completa colaboración (si no de sometimiento). En este sentido,el Tratado de San Ildefonso de 1800 supuso cesiones de territorios a Francia por parte de España y la prestación de ayuda militar que a la postre sería la razón por la que nuestro país se vería involucrado en combates contra Inglaterra, la gran rival de Francia. Ejemplo de ello fue el desastre de Trafalgar en 1805, por el cual España salió muy perjudicada al perder gran parte de sus barcos, algunos de ellos auténticas maravillas de la tecnología militar de la época como fue el caso de La Santísima Trinidad, mientras que Francia y sus navíos apenas se vieron dañados.
El Tratado de Fontainebleau (1807).
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Y es que aquí encontramos la razón primera de la Guerra de Independencia. Napoleón, sabedor de que para mantener su primacía en Europa continental debía encargarse del problema que suponía Inglaterra para sus intereses, y que era imposible la idea de una invasión, no le quedaba más que aislar comercialmente a Gran Bretaña. De entre todos los países dominados o en el área de influencia de Francia, sólo Portugal desacató la orden. Por esta razón, Napoleón, decidió emprender acciones militares contra nuestros vecinos lusos. Pero claro, para ello, debía cruzar territorio español, y como era conocedor de la debilidad política de España, con una cierta presión militar aplicada en la capital, era de esperar que España se doblegara, bajo la idea de Napoleón de que "ese país de curas", analfabeto e inculto, fácilmente sería dominado y no habría demasiados problemas.
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Era previsible que Napoleón, conocedor de la situación familiar española, convocara a la Familia Real a Bayona. Allí encerró a la Familia Real, reuniendo a Fernando y a sus padres en el castillo de Marraq, hasta que logró que Fernando VII abdicase en su padre, y éste en Napoleón, quien a su vez, cedió el poder a su hermano José Bonaparte. Para favorecer el gobierno de su hermano, se concedió una carta otorgada conocida como el Estatuto de Bayona, que recogía los nuevos principios políticos de la nueva dinastía.
¿Cómo era la situación en España en estos momentos? Muy tensa. Nos encontramos ante un país con un vacío en el poder, con el ejército más poderoso de Europa en la mismísima capital del reino y con parte del ejército español en Portugal colaborando para invadir junto a los franceses el país luso en virtud del Tratado de Fontainebleu.
De lo que ocurrió después, nos encargaremos en un nuevo artículo.
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