Hoy, 20 de Octubre, hace un año, murió Juan Antonio Cebrián, una figura clásica de la radio española de las últimas generaciones. Una persona que fue capaz de aunar algo que parecía casi una misión imposible: la diversión y el entretenimiento con la cultura y el saber. Y encima, con éxito amplio de crítica y de público.
Juan Antonio Cebrián poseía una voz encantadora, de cronista radiofónico de los viejos tiempos. El tono cálido de su voz, la forma elegante de pronunciar las palabras y sobre todo, esa insaciable gana de saber y aprender nuevas cosas que se destilaba de cada palabra suya, era contagiosa. Y prueba de ello es cómo consiguió acceder a las juventudes, que cada noche durante la semana como hace unos años, los fines de semana ahora, esperaban la llegada de las 1:30 para comenzar a oír la voz de Juan Antonio.
"Y éste que os habla, contento y feliz como una lombriz, vuestro amigo, Juan Antonio Cebrián".
Pero hace un año, cuando yo aguardaba en el interior de mis sábanas adentrarme en más misterios y saber nuevas curiosidades para contarlas en clase a mis alumnos, una voz extraña anunciaba, de súbito, que Juan Antonio Cebrián había muerto. Sin avisar, un ataque al corazón le había segado la vida, y nos había dejado huérfanos a todos los rosaventeros para siempre. Supimos más cosas de este gran comunicador, como siempre póstumamente (como que su mujer era su compañera de producción del programa), y algunas de las cosas que supimos, deberían servir como modelo a muchos imbéciles incultos que hoy en día pululan en tertulias radiofónicas.
Juan Antonio siempre escondió su ideología de tal manera, que es casi imposible poder decir cuáles eran sus inclinaciones. Era una persona que amaba el saber tal y como era, pero no como una forma de atesorar conocimiento y hacerse el pedante frente a los demás mostrando cuánto sabía. Su saber era útil y divertido, interesante. Revitalizó aspectos de la historiografía que habían caído en el descrédito (como las biografías o la historia evenemencial de grandes hechos como las batallas de Issos o Lepanto), dándoles un lustre maravilloso alejado de tendencias manipulatorias tan comunes y frecuentes en los libros de texto de la actualidad.
He de reconocer, Juan Antonio, que en ocasiones, me enfadé contigo por la forma de enfocar determinados temas históricos (demasiados típicos y tópicos como los templarios y toda la parafernalia mediática montada en los últimos años), pero no me lo tengas en cuenta. Junto a otras tres personas, tú fuiste un modelo para mi a la hora de dar clases: enseñar para disfrutar y saber. Ser tranquilo, y hacer partícipes de tu pasión por la Historia a los demás, que vibren con tu fuerza en las palabras y que usen, milagrosamente, la imaginación. Cuando un día he dado unas clases buenas y en las que sé que mis alumnos han aprendido y pasado bien, creo que contribuyo un poco a tu labor de difusión y divulgación de la cultura en general.
Desde aquí, como hace un año, mi más profundo respeto y admiración. No suelo prodigarme en este tipo de palabras, ya que suelo ser excesivamente crítico con todo incluso conmigo mismo. Detesto enormemente las celebraciones de pompas fúnebres en efemérides, pero Juan Antonio, tú estás por encima de eso.
http://www.ondacero.es/OndaCero/mostrar/ano-sin-Cebrian/2166771_38
http://pasajesdelahistoria.ueuo.com/
http://www.juanantoniocebrian.com/default.asp
Fuerza y Honor.
Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven,
mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
la nave, sana y salva, ha anclado, su viaje ha concluido,
de vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad campanas!
Mas yo, con tristes pasos,
recorro el puente donde mi capitán yace,
frío y muerto.
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