lunes, 20 de febrero de 2012

El Totalitarismo (I)



George Orwell a fines de la década de los 40 del siglo pasado escribió una de las mejores obras de ficción realista para mi gusto: 1984. En ella, describía un mundo futuro dividido en varios Imperios totalitarios, que controlaban, reprimían y dirigían la vida de sus ciudadanos de una manera quizás impensable para nosotros (pero quizás también más cercana de lo que nos imaginamos). El protagonista, Winston Smith, que trabajaba como funcionario del Imperio de Oceanía, descubría la realidad, la de un sistema totalitario represor tiránico que no dejaba lugar al más mínimo resquicio de libertad. Tras muchas peripecias, Smith era apresado y torturado. Mientras le daban descargas eléctricas que le recorrían el espinazo, el torturador le ponía frente a los ojos cuatro dedos y le ordenaba que dijera que había cinco. Smith se negaba repetidas veces hasta que al final, se rompía su fuerza de voluntad y reconocía que su torturador le estaba enseñando cinco dedos.

Esto que os cuento ilustra una realidad terrible que nació en Europa y se extendió por el resto del orbe: el totalitarismo. Nacido de las cenizas de la I Guerra Mundial, el totalitarismo cobró forma y fuerza en los duros años de la posguerra, para debilitarse un poco durante los años buenos de los "Felices años 20" hasta recobrar una fuerza inusitada a raíz del Crack de 1929 en EEUU. Desde 1917 hasta 1991 en Rusia o 1933-1945 en Alemania, el totalitarismo encontró el apoyo popular y su conformidad.

¿Qué características presenta el totalitarismo? ¿Cuándo un régimen es considerado totalitario? ¿Qué objetivos persigue? ¿Qué medios emplea un régimen totalitario para instaurar su autoridad?

El totalitarismo en primer lugar puede ser de dos signos políticos: comunismo (izquierdas) y fascismo (derechas). Su auge a fines de los años 20 se nutrió del desprestigio de la clase política y de la democracia. El sistema democrático, incapaz de frenar la crisis económica de 1929 y ofrecer a la población salidas y alternativas consistentes, se estancó en diatribas sin sentido, redundantes y medidas contra el desempleo vagas e inútiles. Además, por otra parte, la clase política estaba ensimismada, más pendiente de sus intereses políticos y económicos que de la ciudadanía. Así las cosas, estaba muy claro que el precedente soviético de 1917 suponía un referente nuevo para los europeos del siglo XX y que como contrapartida también a dicho panorama, surgiría un movimiento contestatario al bolchevismo que cristalizó como fascismo. Así, quedó configurado el totalitarismo en dos opciones irreconciliables y contrapuestas, y lo más preocupante, creciente. Fue habitual ver una gradual e inexorable bipolarización social cada vez más radical.

Un régimen totalitario tiene como característica fundamental la existencia de un sólo partido liderado por un líder. El partido resume las esencias de lo considerado como "mejor" para el cuerpo social. Sus virtudes, su funcionamiento, su idiosincrasía...se funden con el cuerpo social de tal manera que es casi imposible distinguir dónde queda el partido y la sociedad. Este partido a su vez, es una representación de la idea concebida de su líder. Por lo tanto, a través del partido, el imaginario del líder llega a la población y la vertebra. No hay gran dificultad en encontrar ejemplos de esto. El bolchevismo soviético generará en 1924 la aparición del PCUS y la proclamación de la Unión Soviética liderada por Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), a quien seguirá después Stalin (o "padre Stalin"). El fascismo del Partido Nacional Fascista italiano tendrá a Benito Mussolini como ideólogo y creador, y desde él, Adolfo Hitler adoptará el ideario fascista italiano al nazismo alemán con la incorporación del racismo en la doctrina del NDASP (Partido Nacionalsocialista Alemán).

Evidentemente, la pregunta es...si sólo hay un partido, ¿qué ocurre con los demás? La respuesta nos lleva a la siguiente característica del totalitarismo: la represión. Cualquier idea, partido o personaje político que suponga una divergencia mayor o menor con el ideario del partido sólo tiene dos destinos: censura o eliminación. La censura generalmente es empleada como paso previo y disuasorio a la eliminación, que a su vez, puede ser física o moral. Y además, cosa importante, el hecho de que se pueda haber compartido esa opinión por la mera presencia en el momento en que se comunicase puede convertir a un individuo en sospechoso para el régimen. Para que os quede claro, estoy hablando de las "purgas" de Stalin. En su megalomanía y su afán de controlar completamente la sociedad soviética localizando y eliminando a focos de rebeldía, el "padre" Stalin puso en funcionamiento una vasta red policial liderada por la KGB que llevó a prisión y al patíbulo a familias enteras que tuviesen vínculos de algún tipo con disidentes. Otro ejemplo comunista de la represión sería cómo el mismo Trotsky, pieza fundamental del triunfo comunista en Octubre de 1917, tuvo que huir de su país seguido de cerca por los sicarios de su enemigo Stalin, hasta morir asesinado en 1945 con una piqueta por Simón Mercader, asesino a sueldo, en México.


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