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Hace poco, estuve leyendo un artículo de prensa en el que se comentaba la posible evolución de la población mundial de aquí a cincuenta años. Lo encontré interesante, y decidí comenzar con ella una clase de Geografía en 3º de ESO a mis alumnos, a pesar de que ya estamos dando la actividad económica.
Según los datos barajados, la población mundial está envejeciendo a un ritmo alarmante, y en cierto modo, imprevisto. Hasta tal punto, que se pronostica que la población mayor de 40 años será superior al de la población joven de 16 años, algo sin precedentes. Hay múltiples factores que podrían explicar esto, pero por abreviar, podríamos decir que han confluido dos trenes en direcciones opuestas en el mismo raíl. Por un lado, encontramos el ya consabido modelo demográfico con tendencia al envejecimiento característico del mundo desarrollado, con países como Japón cuya edad media es de 44 años como exponente de sociedad próspera, abundante y paralizada demográficamente. Pero por otro, y aquí está la sorpresa, la población de los países en vías de desarrollo está pasando prácticamente del modelo preindustrial al postindustrial, sin que la transición demográfica transcurra en los plazos habituales, siendo muy rápida, con todo lo que eso conlleva. Aportando datos, podríamos comentar que la mortalidad, que el primer índice demográfico que cae en la fase de transición demográfica, está descendiendo en países en desarrollo vertiginosamente, lo que amplía la esperanza de vida hasta más allá de los 80 años, como en Hong-Kong o Singapur. Y esto, en cuanto a países, se extiende por China, India o Brasil, países llamados a ser las nuevas potencias del futuro, que verán como casi una cuarta de sus poblaciones envejecera.
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