Dejamos a nuestro protagonista a las puertas de lo que era el poder real en la España de su tiempo. Sus trabajos últimos, conjunto a su admisión en la Real Escuela de Bellas Artes de San Fernando supusieron el espaldarazo que el pintor maño buscaba para poder auparse en las altas esferas de la sociedad.
La oportunidad vendrá de manos de un hermano del rey Carlos III, Don Luis. Este miembro de la Familia Real se había enfrentado a su real hermano debido a que Carlos III no aceptaba el enlace matrimonio que don Luis quería contraer con una joven perteneciente al pueblo llano. Airado, Don Luis renunció a la vida en palacio y a sus derechos, retirándose al campo. Hasta allí acudió Goya, para realizar uno de sus primeros retratos en esta nueva etapa: La Familia del infante Don Luis de Borbón (1783), una obra que le abrirá paso para crear una larga serie de retratos.
Por ejemplo, poco después, el Duque de Osuna será un nuevo cliente para el pintor maño, y además, ejercerá una labor muy importante de apoyo y mecenazgo para el artista, encargándole la factura de un retrato de grupo, conocido como "La Familia del Duque de Osuna". Estos retratos de grupo suelen tener características comunes. Suele ser habitual el contraste colores vivos con otros más apagados, pero ambos en tonalidades muy suaves, no estentóreas. La luz suele aparecer por un foco interno en la misma obra, y se desparrama por el resto del lienzo, jugueteando con sus formas. Así mismo, los personajes, y atención a esto, son el elemento más característico del arte goyesco, ya que el retrato es también psicológico, apareciendo caracterizados todos los personajes en función de algún rasgo concreto de su personalidad. Claro está, esto era realizado con suma maestría y sutilidad, a fin de que los afectados no percibiesen dicha ironía.
Además de estos retratos de grupo a miembros de la aristocracia, la retratística goyesca se nutre de otros trabajos que representan a personajes ilustrados y afrancesados de su tiempo, como Melchor Gaspar de Jovellanos (fundador de la Sociedad Amigos del País y ministro de Carlos IV), Leandro Fernández de Moratín (escritor y padre de la obra "El Sí de las Niñas")... Todo esto hará que por fin, nuestro protagonista alcance en 1786 la ansiada posición de Pintor Real.
Goya, pintor real.
Los primeros trabajos encomendados a Francisco de Goya serán algo decepcionantes para el artista. Carlos III le encarga realizar una serie de cartones para el comedor y el dormitorio de sus hijos en El Pardo. Después, cuando su hijo Carlos IV llega al trono, obliga al artista a proseguir con el proyecto. Pero...
En 1789, los acontecimientos históricos significan un golpe tremendo para la Europa de finales del siglo XVIII. En Francia, la Revolución Francesa prende con fuerza y los hasta entonces inamovibles cimientos del Antiguo Régimen se tambalean. Carlos IV ordena cerrar fronteras con el país vecino y reprimir con dureza a los Ilustrados. Goya, que se había impregnado del espíritu ilustrado, ve cómo la esperanza de cambios dentro del Antiguo Régimen se desvanece.
Goya, el sordo.
En 1792, Goya se traslada a Sevilla, pero por el camino enferma. Sufría fuertes mareos, ruidos en el oído y su audición disminuía cada vez más. Hay diversas opiniones sobre los orígenes de esta afección. Según misivas de un amigo de Goya a éste, le indicaba que a lo mejor, era posible que fuese una consecuencia de una enfermedad venérea del artista contraída por sus numerosos devaneos. Otros especialistas apuntan que podría ser producto de los agentes químicos que empleaba el pintor, que le habrían atacado el oído. A su vuelta, Goya fue atendido por el mismísimo médico de Carlos IV, Juan Naval, como correspondía a su nueva condición de pintor de cámara.
Y esto, que podría parecer algo sin importancia, influye tanto en la obra pictórica de Goya que podríamos decir sin temor a equivocarnos que comienza una nueva etapa en la vida del artista. Físicamente, Goya desmejoró. Envejeció mucho, enflaqueció y su carácter, debido a su sordera permanente, se agrió y le convirtió en un ser huraño.
Quizás por esto, su visión de la situación de España fue más crítica. Se acabaron los cartones graciosos y contemporizadores del Antiguo Régimen, tomando el relevo obras de fuerte crítica social. Para el Duque de Osuna, en 1798, realiza "Asuntos de Brujas", un conjunto de grabados que representa la lucha de la razón contra la sinrrazón y la superchería. Esta obra es importante, porque fue el paso previo a la conocidísima serie de "Los Caprichos".
Goya y los Caprichos.
En 1789, Goya publica en el Diario de Madrid un artículo en el que se defiende en público de las acusaciones de que su nueva obra, un conjunto de unos cien grabados, ataca a personajes relevantes y las convicciones propias de la buena sociedad. Eso no bastó para que días más tarde, la Inquisición tomara cartas en el asunto y retirara las publicaciones. Grabados como "¡Hasta la muerte!" son una clara provocación presentando a una figura fea y avejentada, inspirada claramente en Maria Luisa de Parma. En el aspecto plástico, Los Caprichos presentan una clara maestría de Goya en la técnica del grabado, representando a la perfección las calidades mediante el rayados y las manchas oscuras.
Poco antes de ser destituido, Goya recibe encargo de pintar San Antonio de la Florida, algo que realiza enfocando el encargo desde una óptica poco religiosa y más apegada a escenas populares y cortesanas.
Sin embargo, quizás una de las obras más reconocidas del pintor maño es "La Familia de Carlos IV" de 1800. En él, el retrato psicológico es más que palpable. Por un lado, observamos diferentes actitudes en el hieratismo de la composición, que recuerda claramente a "Las Meninas" de Velázquez, pero incorporando sellos propios, como el de la ironía. Si os fijáis atentamente, a Goya parecen importarle más los diamantes y medallas que los personajes y sus efigies. Los rostros de la Familia Real son algo simples en el sentido de que no hay nobleza ni porte, sino más bien, una simplicidad que raya lo llano. Además, sentimientos como la envidia, el odio, la crueldad. No se os pase otra cosa. Fijáos quién está en el centro del cuadro, en vez del rey, se encuentra la reina Maria Luisa de Parma, mientras que el monarca se halla ligeramente desplazado a un lado, divididos por el infante Carlos Luis. Sobre esta obra, los especialistas debaten si en verdad fue una crítica o si la misma Familia Real se vio complacida por el trabajo...
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