domingo, 21 de diciembre de 2008

El Renacimiento (I).

Con este nuevo artículo, puedo dar por comenzado el tema del Renacimiento. Os recomiendo a todos los visitantes que os paséis por aquí a menudo, independientemente de que seais alumn@s de mi curso de Historia del Arte, de cualquier otra de las materias de las que doy clases o personas interesadas en la cultura en general.

En el caso del Renacimiento Italiano, que será el protagonista de las clases y los artículos que van a versar sobre Historia del Arte próximamente, conviene precisar dos épocas: Quatrocento (siglo XV) y Cinquecento (siglo XVI). Pero anteriormente, existe el Trecento, en el siglo XIV, en el que encontraremos artistas primitivos italianos que van a presagiar los nuevos tiempos, descollando Giotto di Bondone, del que nos ocuparemos ampliamente en un próximo artículo.

La pregunta sería... ¿qué es el Renacimiento?. La respuesta es muy sencilla, si la tomamos desde un punto de vista puramente etimológico. Acuñado por Giorgio il Vasari como Rinascitá, el Renacimiento significa volver a nacer... pero volver a nacer, ¿qué?. La cultura clásica, reflejada por Roma y Grecia. Clásico significa calidad, modelo que seguir, y por tanto, desde el Renacimiento se persigue una vuelta a los cánones clásicos de belleza, armonía y equilibrio. Pero no debemos olvidar, por otra parte, que el Renacimiento también va a aportar aspectos novedosos, reinterpretaciones, nuevas técnicas artísticas, nuevos lenguajes formales y compositivos, que van a redundar en una mayor profundidad del trabajo artístico. Es en el Renacimiento donde vamos a encontrar las grandes figuras de la pintura universal: Sandro Botticelli, Rafael Sanzio, Miguel Ángel, Tiziano, Donatello, Brunelleschi, Leon Batista Alberdi, Sangallo, Leonardo Da Vinci (podéis ver su autorretrato a la derecha)...

El Renacimiento no debe ser enfocado solamente desde una óptica artística si queremos comprenderlo realmente. Coincide históricamente con una época de expansión económica en las ciudades italianas, de entre las que va a destacar con fuerza Florencia, que podríamos clasificar como la capital del Renacimiento. A fines del siglo XIV, las ciudades italianas tienen gobiernos propios, con sus propias instituciones y otros elementos que las hacen plenamente independientes entre sí (como la moneda, en el caso florentino, con el famoso florín). Como denunciaba Nicolás Maquiavelo, esa falta de unión entre las ciudades italianas las haría vulnerables a los grandes poderes que estaban despertando en Francia o España, pero, mientras tanto, la burguesía italiana, sobre todo en Florencia, encontraría una forma interesante de unificar el cristianismo con las prácticas bancarias, que será la clave del éxito. En ese sentido, los jóvenes burgueses italianos estudiaban técnicas de venta comerciales, y veneraban así al "Dios burgués"*, mientras que por otro lado, sus relaciones con Dios se basaban en la financiación de obras de arte y las limosnas. Conviene precisar que no todas las ciudades italianas se vieron envueltas en el auge renacentista, y que sólo fueron unas pocas ciudades las protagonistas, destacando Florencia, Siena o Roma.

A tenor de esto último, tenemos que mencionar algo fundamental para que el arte renacentista existiese tal y como lo comprendemos hoy día: la figura del Mecenas. El mecenas era una persona con un nivel de ingresos suficiente como para permitirse financiar a artistas mientras realizaban sus obras, corriendo con todos los gastos que se generasen. De esta manera, el mecenas lograba prestigio y renombre con el éxito de sus protegidos, y cuantos más artistas de renombre estuviesen dentro de su nómina, mayor sería la trascendencia del mecenas. Mecenas para la historia han sido muchos y variados, pero nos referiremos concretamente a los que marcaron la pauta a seguir: los Médicis de Florencia. Cosme I o Lorenzo "El Magnífico" de Médicis se ocuparán de fundar Academias (al puro estilo platónico, si os dáis cuenta), donde literatos, músicos, poetas, artistas... se reunían para debatir sobre sus disciplinas. Así por ejemplo, de entre estas Academias, destaca la Academia Platónica de Marsilio Ficino, quien agradeció a Lorenzo de Médicis el haber devuelto la luz a las disciplinas que os he descrito antes. A vuestra derecha, el Sepulcro de Lorenzo de Médicis, que representa a Lorenzo el Magnífico pensativo flanqueado más abajo por el Pensamiento y la Aurora. Su autor: Miguel Ángel.


El concepto de Genio que hoy en día poseemos en nuestra sociedad viene directamente de estos tiempos de los que estamos hablando. Un genio es una persona con una mayor capacidad que las demás para destacar en algún tipo de disciplina. En el Renacimiento, encontraremos artistas totales, verdaderos genios que en ocasiones no se van a circunscribir a la pintura, a la escultura o a la arquitectura, sino a todas a la vez o incluso a otras más. Ejemplos tenemos sobrados. Leonardo Da Vinci aparte de su "Dama del Armiño", "Santa María de las Cuevas", "La Gioconda" o "La última Cena" era un avezado ingeniero e inventor que preludió máquinas como el avión o el tanque. Otro, su gran rival, Miguel Ángel, es un Genio Total, un maestro indiscutible en todas las disciplinas a las que se enfrentó, especialmente en la escultura. Desde replantear perfectamente el diseño inicial de la Basílica de San Pedro de su otro gran rival Donato Bramante a la muerte de éste, hasta pintar la Capilla Sixtina rematándola con "El Juicio Final" o crear la maravilla "La Pietá". Tanto en un caso como en otro, podemos ver que ambos artistas obedecen al nuevo concepto ideal del "caballero renacentista humanista": un perfecto dilettante que era un auténtico estudioso ávido de conocimiento y sabiduría.

NOTASEn el vídeo, cuando se refiere a Santa María de las Flores, el locutor dice que es una bóveda. No, es una cúpula. La bóveda es el espacio cubierto por una sucesión de arcos. En cuanto a las fotografías, adelanto mis agradecimientos a Alba C y María C por sus aportaciones.

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